Jason Reynolds lo aborda —ya saben… eso— desde la perspectiva del chico en esta historia de flujo de conciencia de un adolescente a punto de experimentar una gran primera vez.
Hace veinticuatro meses: Neon es perseguido por un perro por todo el estacionamiento de una iglesia. No es su mejor momento. Y definitivamente uno que le habría encantado olvidar si no fuera por la dueña del perro: Aria. Vestida con ropa deportiva, una camiseta, el pelo recogido en una cola de caballo. Aria. Mucho más que bien.
Hace veinticuatro semanas: El padre de Neon insiste en hablarle sobre ternura e intimidad. Neon y Aria están definitivamente enamorados, y aunque no han dado ese siguiente gran paso… todavía, han comenzado a hablar de… eso.
Hace veinticuatro días: La madre de Neon encuentra su —gulp— sostén en su habitación. ¡Oye! ¡Sin juzgar! ¡Esos ganchos son complicados! Así que pensó que sería mejor practicar, ya que el gran día está a solo un mes de distancia.
Hace veinticuatro minutos: Neon termina su turno en el bingo de su papá, asegurándose de llevarle unas tiras de pollo a Aria. No son a la luz de las velas, ni mucho menos caviar, pero son sus favoritas.
¿Y ahora mismo? Neon está encerrado en el baño de Aria, completamente asustado porque dentro de veinticuatro segundos él y Aria están a punto de... a punto de... Bueno, no harán nada si no puede salir de su propia cabeza (con todos los consejos, inseguridades y posibles) y salir de este baño.